Antecedentes

La conformación del Acervo Tabasqueño de Cine y Audiovisual Educativo, estará construida desde una mirada amplia que, además de considerar las complejidades de la producción, inventario, conservación, digitalización y catalogación de obras audiovisuales, también intenta ser sensible ante la comprensión de las distintas conexiones y dimensiones sociales que el ámbito cinematográfico contemporáneo y las tecnologías propician todos los días.

La vinculación de las formaciones individuales y colectivas, escolares y no escolares, con la producción están adquiriendo actualmente una fuerza que hay que aprovechar. El cine, a pesar de poseer potencialidades enormes en el terreno educativo formal, ha sido incorporado de forma periférica la mayoría de las veces, cumpliendo funciones secundarias y esporádicas, de modo que una tarea pendiente es impulsar la continuidad y profundidad en cada acción que se lleve a cabo, para superar la disociación que se percibe entre cultura y educación en espacios escolares.

En este punto es necesario señalar que el cine, entre muchas otras cosas, es un lugar de experimentación, como observan Martínez y Orozco (2012: 56), que permite el juego, la composición, la comprensión de la discontinuidad, la variación del tiempo y del espacio; elementos que son articulables a algunas de las problemáticas propias de la educación. Antes de que el cine se consolidara como arte en el mundo, primero se le pensó como un medio para el estudio y el desarrollo de la ciencia, por lo que es factible señalar que en México la relación entre cine y educación prácticamente empezó en 1896 con la aparición del cinematógrafo.

Desde los momentos más tempranos de esta relación, uno de los usos que se estableció con mayor rapidez, y que sigue vigente hasta el día de hoy, fue el de ilustrar y en general acompañar de forma didáctica la docencia. Sin embargo, esta relación y su historia van más allá y es por mucho más compleja y rica, por lo que a continuación se señalan algunos momentos importantes de nuestra Historia, –sin intención de exhaustividad—, para pensar el cine y la educación a la luz de los tiempos que corren.

En 1923, durante el periodo en el que Vasconcelos estuvo al frente del proyecto educativo nacional, se vislumbraba ya la necesidad de incorporar la educación visual a través del cine, ya que se consideraba un medio muy útil para la formación de las poblaciones en el contexto de una naciente revolución social; la Secretaría de Educación Pública (SEP) tenía apenas un par de años de haber sido formada (1921). Poco más de una década después, en 1934, la SEP, que en ese periodo hizo obligatoria la escuela primaria, produjo el largometraje Redes de Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel, historia que narra el esfuerzo de una organización de pescadores para evitar la explotación del cacique2 (Emilio García Riera 1992:152 en Chávez, 2012: 16).

Describe Emilio García Riera (1971:9-10) que, a mediados de la década de los cuarenta, Gabriel Figueroa (quien formaba parte de la cruzada pro alfabetización iniciada en el gobierno de Ávila Camacho) acudió a una exhibición en Hollywood, invitado por Walt Disney, y se percató de la importancia del cinematógrafo como vehículo educativo. Observó que en los países más avanzados de Europa se había superado rápidamente la etapa de ensayos y experiencias en materia educativa. De manera práctica y rápida, el cinematógrafo fue adoptado como sistema permanente de enseñanza, siendo considerado como complemento indispensable para la enseñanza de las más diversas asignaturas; a la par en Estados Unidos también se desarrolló la educación visual.

Dos décadas más tarde surgió la Telesecundaria, lo que quizás sea uno de los mayores hitos en la educación mexicana en cuanto al uso de medios audiovisuales se refiere. Un modelo de enseñanza creado en 1968 —que todavía está vigente— el cual combina la educación a distancia con la presencial con el objetivo de impartir clases a nivel secundaria mediante transmisiones televisivas en zonas rurales, de difícil acceso o con baja concentración demográfica. El modelo pedagógico consiste en un programa de televisión de 15 minutos con la lección y asignatura correspondiente al plan de estudios, para luego continuar con 35 minutos de trabajo en clase orientado por el docente. La educación a distancia indudablemente es uno de los esfuerzos más notables del gobierno mexicano y de acuerdo con el Currículum para Profesores sobre Alfabetización Mediática (UNESCO, 2011) es un área clave para la alfabetización mediática.

En 1985 el Instituto Nacional Indigenista (INI) llevó a cabo el Primer Taller de Cine Indígena, en la localidad ikoots (huave) de San Mateo del Mar, Oaxaca. En el proyecto participó un grupo conformado por seis mujeres integrantes de la organización local de tejedoras. La iniciativa fue propuesta por el cineasta Luis Lupone Fasano, quien coordinó un equipo de capacitadores que trabajó en la localidad durante cinco semanas. Este taller de alguna manera representó un parteaguas, ya que impulsó la producción audiovisual entre comunidades, que hasta ese momento solo habían sido representados por otros. A partir de ahí comenzó a desarrollarse el cine comunitario e indígena en México, cuya historia y desarrollo es importante para romper el centralismo y llevar el cine a donde no lo hay, con una visión incluyente e intercultural que respete los derechos de acceso a la cultura cinematográfica y audiovisual de las poblaciones vulnerables.

Actualmente el crecimiento exponencial de los productos audiovisuales, a los que está expuesta la población, a través de distintas plataformas, ha generado transformaciones en la sociedad que repercuten en los grupos de estudiantes, en el personal docente, en los vínculos intergeneracionales y sociales, así como en los modos de producción y acceso al conocimiento y a sus procesos de transmisión. Derivado de ello, han surgido algunas iniciativas valiosas como los colectivos Yoochel Kaaj y Ojo de Agua Comunicación; Ambulante Más allá; el Campamento audiovisual Itinerante; o el proyecto de Alfabetización Audiovisual Saber Mirar del Fideicomiso para la Promoción y el Desarrollo del Cine Mexicano en la Ciudad de México (PROCINE-CDMX). Sin embargo, la mayoría de estas iniciativas se concentran en el centro del país y muchas veces se quedan mayormente en alianzas o convenios para la exhibición de obras o en talleres de realización audiovisual y no llegan al punto de conformar un acervo público.

El Estado de Tabasco presenta un déficit en todos estos ámbitos, es por ello que se pretende atender con esta iniciativa. Por lo tanto, la misión principal del Acervo Tabasqueño de Cine y Audiovisual Educativo será identificar y fomentar el potencial de los usos actuales del cine y los medios audiovisuales como herramientas de enseñanza y aprendizaje en un Centro Cinematográfico y de Alfabetización Mediática, contemplando tanto la producción de obras audiovisuales de todo tipo (documental, ficción y animación) en contextos educativos, como el resguardo de las mismas para la exhibición con actividades didácticas previas y posteriores al visionado. Desde un enfoque interdisciplinario, esta estrategia integral puede abonar a la construcción de un espacio compartido en donde modelos innovadores de enseñanza y aprendizaje se den la mano con la cultura. A lo largo de la elaboración de este proyecto, se ha podido constatar la voluntad de los sectores involucrados para posibilitar la imprescindible inserción de la educación audiovisual en los diversos niveles de la enseñanza. Con enfoques distintos según su pertenencia a uno u otro sector, pero culminados en el consenso de que resulta prioritario atender este tema.